Vincent van Gogh se cortó una oreja, Toulouse Lautrec casi se alimentaba con alcohol, Modigliani tuvo poco éxito durante su vida y murió a los 35 años de una meningitis ocasionada por tuberculosis. El gran poeta Rainer Maria Rilke vivía en una depresión sin fin y el autor de Sherlock Holmes, Arthur Conan Doyle, dicen que era adicto al opio igual que su gran personaje. Estos son ejemplos representativos de lo que nos suele venir a la cabeza cuando pensamos en artistas con talento o genios, en pintura, escultura, escritura… -creadores en general-, que asociamos con palabras como locos, incomprendidos, enfermos, raros, al margen de la sociedad…
Si bien es cierto que sabemos que los menos conocidos no tienen vidas tan dramáticas dignas de un film de Hollywood, el adjetivo que más habitualmente está presente en el ideario colectivo sobre los creadores es «locos». Por hacer un trabajo que muchas veces parece sin sentido, porque a veces parece que lo sufran más que lo disfruten y por la falta de estabilidad económica y personal.
Por este motivo todavía es habitual que cuando un hijo le dice a sus padres que quiere estudiar una profesión del sector cultural o creativo no salten de alegría y les acaben diciendo la frase «primero estudia algo serio y después, lo que quieras».
Lo curioso es que sin esos supuestos «locos» la humanidad apenas hubiera avanzado.
Si te das cuenta muchas de las cosas de las que hablaron, plasmaron o fueron capaces de ver o predecir, ahora forman parte de nuestro día a día e incluso se han normalizado. Me pregunto por ejemplo qué debieron pensar los coetáneos de Julio Verne cuando en 1870 se publicaba su novela «veinte mil leguas de viaje submarino» donde hablaba de submarinos.
Pero, curiosamente, no pensamos en ellos como en valientes, como sucede en otras profesiones como serían la medicina o la ingeniería. Su genialidad sigue siendo percibida casi como una maldición que nadie “que esté en sus cabales” envidia.
Entonces ¿por qué me atrevo a decir que está llegando el fin de este supuesto mal de ojo?
Principalmente porque tengo datos y ejemplos que así lo demuestran y porque yo, por fin, he dejado de sentir esa pesada carga en mi espalda. Y es tal la liberación que siento que, como en mis mentorías, mi mayor deseo es compartir contigo cómo he llegado hasta aquí por si a ti también puede serte útil.
Creo que llevo toda la vida buscando una respuesta a por qué somos como somos los creadores.
Ya de pequeña, cuando no dejaba de oír cómo me describían a mí y a la gente con la que me sentía identifica como rara, diferente, demasiado sensible… pensaba que debía haber un por qué. Mientras lo descubría, y para protegerme, intenté ponerme una máscara para parecer «normal», en la mayoría de las veces sin mucho acierto.
Por eso mismo estudié diferentes estudios «serios», pero a la vez no podía evitar «caer en la tentación» de estudiar otros del ámbito creativo, justificándome cuando me preguntaban el por qué.
Entonces llegó este proyecto, Empresas Creadoras, y en mi empeño de ayudar a otros me ayudé a mí misma. Por fin mi investigación, ahora de manera más profunda sobre el tema, empezaba a dar sus frutos. Por este motivo hoy te puedo decir que he encontrado el remedio a la maldición porque:
► Nunca antes habíamos tenido tanto conocimiento sobre cómo somos las personas en general, pero también las que tienen más sensibilidad que la media.
La suma de cientos de estudios psicológicos y los últimos avances en neurociencia ponen a nuestro alcance respuestas muy útiles de cómo funciona nuestro cerebro para que podamos entendernos mejor y gestionar nuestros pensamientos y emociones. Según el libro «El poder de la sensibilidad» de Kathrin Sohst, en diferentes grados, este tipo de personalidad representa el 20% de la población, y la creatividad es su característica más destacada.
Otros libros como «El arte de llevar una vida creativa» de Frank Berzbach, «Motivation» y «Resilience» de Mark Mcguinness, o la colección de libros profesionales creativos de 99u, nos brindan información muy reveladora sobre nosotros y nuestra manera de actuar y, lo que es más importante, herramientas para vivirlo bien y disfrutarlo.
Porque las etiquetas a veces no son buenas puesto que suelen delimitar pero, en otras ocasiones, identificar algo ayuda a darle sentido para empezar a entenderlo. Solo lo que no se comprende da miedo y crea rechazo.
► Nunca antes habíamos tenido a nuestro alcance técnicas, herramientas y terapias para trabajar y gestionar nuestras emociones, sobre todo aquellas que nos causan dolor y frustración.
Desde el PNL (programación neurolingüística) que nos ayuda a neutralizar el poder negativo que puede tener nuestro lenguaje, terapias diversas, hasta llegar al mindfulness que agrupa técnicas varias para gestionar con gran eficacia lo que supone la montaña rusa que puede ser vivir con los sentidos a flor de piel.
► Cada vez más grandes empresas «serias» contrata a creativos.
A estas alturas ya sabrás que la competitividad de una empresa está en la innovación y no solamente en la calidad. Dicen que todo está inventado, el secreto ahora está en darle una vuelta más, un giro inesperado para conseguir el valor diferencial de productos y servicios. La persona que mejor sabe hacer esa magia es un creador nato.
► Las personas creativas tendrán un lugar destacado cuando la inteligencia artificial gobierne gran parte de nuestro futuro.
Economistas y divulgadores como Xavier Sala Martín o escritores y coaches como Raimon Samsó, coinciden en esta previsión de futuro que gira en torno a la idea que también se recoge en el libro de Frank Berzbach que se resume en esta frase: «pese a las investigaciones del cerebro y la psicología cognitiva, ningún científico ha podido descifrar el misterio del proceso creativo.» Lo que hasta ahora podría parecer un problema es justo lo que nos hace únicos y con un poder excepcional inimitable por una máquina.
Queda muchísimo camino por recorrer, no soy una ingenua sino una idealista práctica. Estoy convencida que se acerca el fin igual que también lo cree la escritora de bestsellers Elizabeth Gilbert
y el experto en educación Ken Robinson, que tan bien lo explican en sus dos charlas Ted que no debes perderte.
No estamos locos, ni somos raros, simplemente somos diferentes. Ni mejor ni peor que otra persona. Somos una minoría muy poderosa que compartimos sobre todo una característica en común, somos altamente sensibles y eso hace que tengamos una manera específica de ver y sentir la vida. Y, como todo, este hecho en sí mismo no es bueno ni malo, sino que todo está en cómo lo vivimos, y si lo aceptamos o no.
Una manera de aceptarse y quererse está en conocerse bien. Por eso mis mentorías empiezan siempre por aquí ya que poco vale tener todos los conocimientos de negocios y el mejor producto del mundo si tú no crees en ti y en lo que haces.
Cuando intentas frenar a un río el agua acaba encontrando por dónde pasar. Si fuerzas mucho su paso la presión aumenta y a veces se abre paso haciendo mucho daño, para el mismo río y para todo su entorno.
No podemos ir contra natura, siempre acaba saliendo. Cuanto antes la aceptes y te aceptes antes te darás cuenta ¡del gran poder que tienes!
Tenemos la suerte de vivir en esta época, no la desaprovechemos.
Totalmente de acuerdo!
He sido testigo del balance en desarrollo, que logran las empresas relacionadas con la producción extractiva -minería, por ejemplo- cuando aprovechan entre sus colaboradores a personas creativas e innovadoras, que les «hablan en otro lenguaje al que están acostumbrados» y los retan a hacer la cosas «de diferente manera».
Dalila
Cierto Dalila! Gracias por tu aportación, es genial para ejemplificarlo 😉
Un abrazo y una sonrisa.